*Investigación propia, en ningún caso publicaríamos investigaciones de nuestros alumnos.
El acoso escolar, o bullying, es una problemática social que sigue afectando profundamente a niños y adolescentes en su entorno educativo. No se trata solo de «bromas entre compañeros»; hablamos de agresiones intencionadas y repetitivas que pueden ser físicas, verbales o psicológicas, y que dejan una huella imborrable en quienes las sufren (Estévez et al., 2019). Este fenómeno es una realidad compleja que requiere atención inmediata y soluciones efectivas.
¿Qué es el bullying?
El bullying se caracteriza por tres elementos clave: la intención de hacer daño, la desigualdad de poder entre el agresor y la víctima, y la repetición de las agresiones en el tiempo (Estévez et al., 2019). Según Collell y Escudé (2011), a menudo estas agresiones parecen «inocentes», lo que dificulta su identificación y provoca que no se les dé la importancia que merecen. Las víctimas, muchas veces indefensas, necesitan ayuda externa para salir de esta situación, ya que, independientemente de su respuesta, las agresiones suelen continuar.
El psicólogo Dan Olweus, pionero en el estudio del bullying, definió este comportamiento como un asedio físico o psicológico sostenido hacia uno o varios estudiantes. Este maltrato puede incluir desde insultos y amenazas hasta golpes o exclusión social (Olweus, 1983). En palabras de Piñuel y Oñate (2006), el bullying vulnera el derecho de los niños a vivir en un entorno escolar libre de violencia.
¿Cómo comienza el acoso?
El bullying suele surgir gradualmente en un grupo, cuando un agresor fija su atención en una víctima que considera más vulnerable. Estas conductas pueden intensificarse al manipular a otros compañeros para unirse a los ataques, lo que amplifica el daño. En muchos casos, el acosador busca ganar poder o popularidad, utilizando la intimidación como herramienta para destacar (Bisquerra et al., 2014).
¿Y qué hay del cyberbullying?
Con el auge de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ha surgido una variante aún más peligrosa del acoso escolar: el cyberbullying. Este tipo de acoso utiliza medios digitales como las redes sociales, el correo electrónico o las aplicaciones de mensajería para hostigar a las víctimas. Al igual que el bullying tradicional, se caracteriza por la intencionalidad, la repetición y la desigualdad de poder, pero añade el componente del anonimato, lo que lo hace aún más dañino (Estévez et al., 2019).
El cyberbullying puede manifestarse en formas específicas como el grooming, el sexting y el stalking.
- El grooming ocurre cuando un adulto se hace pasar por alguien más para ganarse la confianza de un menor, con el objetivo de obtener contenido íntimo o establecer contacto físico (Bisquerra et al., 2014).
- El sexting, muy común entre adolescentes, implica el envío de contenido erótico que, si cae en manos equivocadas, puede desencadenar situaciones de humillación o chantaje.
- Por último, el stalking es el seguimiento obsesivo de una persona, generalmente a través de plataformas digitales (Bisquerra et al., 2014).
Consecuencias devastadoras
Las víctimas de bullying y cyberbullying experimentan graves consecuencias emocionales, como depresión, ansiedad, baja autoestima, aislamiento social e incluso pensamientos suicidas (Estévez et al., 2019). Cuando ambas formas de acoso se combinan, el daño psicológico puede ser aún más severo.
*Investigación propia, en ningún caso publicaríamos investigaciones de nuestros alumnos.
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Desclée De Brouwer.Collell, J., y Escudé, C. (2006). Vamos a llevarnos bien: una propuesta para afrontar el maltrato entre alumnos (Bullying) en primaria. Aula de innovación educativa, (151), 85-96.